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    11.10.23

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Joaquín Lozano, Director Regional del CGIAR para América Latina y el Caribe, en la sede central del BID en Washington D.C. ©CGIAR

Joaquín Lozano, Director Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR

El 29 de septiembre, el Grupo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) organizó un Taller de Conocimientos sobre Metodologías Climáticas con su Directorio Ejecutivo en la sede del banco en Washington D.C.. Yo tuve el honor de ser uno de los dos ponentes en este evento, junto con Jo Puri, la Vicepresidenta Asociada del Departamento de Estrategia y Conocimientos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).

El objetivo del taller era reflexionar sobre el uso del financiamiento climático y las metodologías de alineación con el Acuerdo de París como parte de la estrategia más amplia del BID para facilitar modelos de desarrollo bajos en carbono y resilientes al cambio climático en América Latina y el Caribe.

Mi presentación estuvo centrada en poner sobre la mesa las necesidades de la región para lograr sistemas alimentarios sostenibles y competitivos a nivel mundial, y en cómo los bancos multilaterales de desarrollo pueden ayudar a alcanzar este objetivo.

La región de América Latina y el Caribe alberga una cantidad muy significativa de recursos naturales (la mayor reserva de tierras cultivables del mundo, el 30% de los recursos hídricos renovables del mundo, el 23% de la superficie forestal total, el 46% de los bosques tropicales y el 30% de la biodiversidad mundial son solo algunos ejemplos).

Pese a esta riqueza, el futuro de la región está teñido de incertidumbre.

Según datos del CGIAR, en 2050 el cambio climático hará que el 31% de las tierras agrícolas de América Latina y el Caribe sean menos adecuadas para el cultivo. Asimismo, si siguen las tendencias actuales, los rendimientos del maíz y del trigo se verán reducidos en un 25% y un 5%, respectivamente.

Estos hechos representarán un problema para la región y para la seguridad alimentaria global, teniendo en cuenta que vivimos en un planeta en donde la región de América Latina y el Caribe produce el 14% de los alimentos que se exportan en el mundo y que la humanidad deberá aumentar su producción en un 50%-70% antes de 2050 para proporcionar alimentos a una población en continuo crecimiento.

Resolver este dilema no es fácil, pero sí que es patente la necesidad de intervenciones basadas en la evidencia científica y reformas de políticas que analicen las debilidades de los actuales mecanismos de mitigación, adaptación y productividad para lograr un impacto más eficaz; mejoren las cadenas productivas de cultivos estratégicos; identifiquen áreas prioritarias de inversión en sistemas ganaderos sostenibles y resilientes; encuentren alternativas a las fuentes de emisiones que provienen de la agricultura y aumenten la escala de la producción silvopastoril sin causar deforestación.

Con tal fin, es esencial el desarrollo de las capacidades de los sistemas nacionales de investigación e innovación agrícolas y el establecimiento de sinergias con los sistemas globales.

Hace mucho tiempo que la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR, junto con los centros CGIAR basados en las Américas, defienden que urge una agenda de investigación e innovación agrícola regional para maximizar la enorme contribución de la región a la seguridad alimentaria global y a la preservación de la biodiversidad.

Los bancos multilaterales de desarrollo deberían desempeñar una función decisiva en el desarrollo y la implementación de dicha agenda.

Estas instituciones pueden jugar un rol clave en movilizar recursos y proporcionar apoyo a los gobiernos, el sector privado, los consumidores y los inversores para alinear sus prácticas al Acuerdo de París y cumplir con los compromisos de sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) gracias a su capacidad para:

  • Contribuir y movilizar recursos financieros para cumplir con el Acuerdo de París.
  • Crear claras referencias normativas.
  • Tener un alcance regional que contribuye a hacer frente a los desafíos transfronterizos como el cambio climático.
  • Acompañar a los gobiernos en el establecimiento de incentivos alineados con el Acuerdo de París.
  • Proporcionar recursos para apoyar modelos de negocio ecológicos, entre otros.

Esta discusión apenas está empezando, pero debemos acelerar el paso. Cada día que pasa está más claro que el cambio climático no representa una amenaza, sino una realidad.

En este contexto, quisiera agradecer sinceramente al BID el haberme brindado la oportunidad de hablar sobre estos temas tan decisivos ante su  Directorio Ejecutivo y un grupo de expertos del Sector  de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible y del Servicio de Asesoría de BID Invest liderados por Juan Pablo Bonilla y Milagros Rivas, respectivamente.

No solo por lo que pueda significar personalmente para mí, como ex colega del BID, sino también y, sobre todo, porque esta invitación es una nueva prueba de la importancia que le da el banco multilateral de desarrollo más grande de las Américas al desafío de crear sistemas alimentarios social, económica y ambientalmente sostenibles en el contexto de la crisis climática que vivimos.

CGIAR, la red de investigación agroalimentaria más grande del mundo, está dispuesto a colaborar para hacer frente a este desafío.

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